jueves, 28 de noviembre de 2013

Gale Hawthorne - Capítulo 4

Sé que no debería de haberme puesto así con ella, pero no lo e podido evitar.
Veo como Katniss me mira, pero no estoy de humor para decirle nada.
Katniss y yo nos dividimos el botín, y nos deja para cada uno dos peces, un par de hogazas de pan, verduras, un puñado de freas, sal, parafina, y algo de dinero para cada uno.
-Nos vemos en la plaza - me dice Katniss.
-Ponte algo bonito
Al llegar a casa veo a mi madre sentada en la pequeña silla de la cocina. Al verme se levanta rápido.
-Gale, pensaba que ya no venias... Te he preparado el baño, y tienes tu ropa encima de la cama. No queda mucho tiempo date prisa.- me dice mi madre; y sin apenas respirar termina la frase.
-Gracias mama, ya voy y me daré prisa- le digo intentando tranquilizarla.- Ah, y he traído la cena, cógelo de la bolsa.
Entro al baño, y tengo la bañera llena de agua caliente, cosa que no muchas veces podemos disfrutar; probablemente mi madre se habrá pasado la mañana calentando agua y llenando la bañera.
Intento hacer todo lo más rápido posible, y en poco tiempo ya estaba limpio y vestido; con la mejor ropa que tengo.
-No pareces tu, Gale. Que raro te veo sin la ropa de caza.- Dice Posy, mi querida hermana pequeña, mientras se ríe silenciosamente.- Deberías de ponerte esta ropa más a menudo.
-Bueno, si tu lo dices te haré caso pequeña.- Le respondo con una sonrisa.
-Eh Gale ¡Yo no soy pequeña!
-Si lo eres Posy- le digo entre carcajadas.
Mientras me dirijo hacía la cocina, donde esta mi madre, escucho un murmullo de Posy, y me vuelve a sacar una pequeña sonrisa.
-¿Estás listo Gale? Es tu último año, todo saldrá bien.
-Bueno, no olvides que a esta urna entraran cuarenta y dos papeletas con mi nombre... Las posibilidades de que todo salga bien no son tantas- Pero entonces veo la cara de mi madre, su cara de preocupación. Ella no se merecía esa respuesta y intento arreglarlo.- Pero pensándolo mejor, somos muchos chicos, y habrá gente con más papeletas que yo...
Entonces siento el abrazo de mi madre, mientras me repite que todo saldrá bien; al fin y al cabo el que más tiene para perder aquí, soy yo.
-Vamos, si no llegaremos tarde.
Al llegar a la plaza, veo la cara de todos aquellos que hoy por primera vez su nombre entrará en las urnas, veo sus caras de miedo y me acuerdo de mi primera cosecha en la que participé.
Yo no era más que un enano de doce años, y en aquel entonces mi padre vivía. Yo tenía miedo, mucho miedo; pero no quería dar esa impresión, quería mantenerme fuerte y seguro de mi mismo, al fin y al cabo yo sabía que estaban jugando con nosotros y no quería parecer un débil.
La gente entra en silencio a la plaza, y después de ficharnos nos separan a todos por la edad, los más mayores delante del todo y los más pequeños atrás.

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